LA EVOLUCIÓN DE LA ESPECIE

Desde que me mareo leyendo en el Metro, he cambiado los libros por la observación de la gente.

De hecho, algunos días hay quien debe pensar que mis intenciones van más allá del misterio de la observación, ¡y es que no puedo negar el ensimismamiento que me produce ser testigo de la evolución de nuestra especie en el laboratorio del transporte público!

Atravieso Madrid y sus barrios en su viaje no sé bien hacia qué futuro. Porque según alcanzo nuevas estaciones, los pasajeros muestran sin pudor su linaje antropológico y, cómo no, su evolución física más predecible.

Imagen tomada de  ¡Eh, Tío!, (por Morán)

Tal es que, tras meses de refutar hipótesis, la conclusión que he alcanzado es la siguiente: la especie humana y más en concreto la española evolucionará en dos vertientes muy contrarias. Por un lado, tendremos los bichos palos, que son esos seres aún más delgados que su propia constitución y que solo tienen cabeza sobre el cuerpo de palo (vamos, como si hubiesen nacido para llevar corona; o eso se creen ellos), y por otro, nos encontramos a los bichos bola, que son esos otros aún más gordos que su naturaleza y que solo tiene culo y lorza bajo la testa (vamos, como si hubiesen nacido para comer torreznos; o eso deben creer).

Y es que, más allá de lo físico (también hay bichos palos que pesan 100 kilos y bichos bola anoréxicos), estamos evolucionando sin orden, concierto y estética. Y eso no es de recibo. No lo es. Vale que nos recorten y cada día comamos peor, vale que trabajemos un bisiesto este año y nadie nos lo vaya a pagar, vale que los síntomas de tanta crisis depriman al más ufano, pero que nos abandonemos a la suerte de una evolución tan trágica…¡¡jamía, pordios!!! 

Aunque, en verdad, lo que más me entristece es comprobar que ambas especies parecen haber perdido la expresión en la mirada, y en su insoportable levedad lo más inteligente de su ser es el Smartphone.

Menos mal que, entre medias, estamos la gente “cada vez más estadísticamente infrecuente” (qué ironía): la gente “hermosa”; la gente que ejercitamos la mente y dejamos a nuestros cuerpos de walkirias y walkirios disfrutar el regustín de sus años; el personal al que nos importa un carajo que aquello se desarrolle en proporción áurea, o sea, como debe ser y todo a la vez, que es lo sano, redondeando las aristas hasta que el estrés del pantalón nos pide a gritos la dieta Dunkan.  

En fin, que llega la primavera y ha sido salir el sol y en mi barrio (que vive mucho bicho palo) la especie se ha echado a las calles y corre y corre patoloslaos con desequilibrio y desconcierto (´gersanta, alguno la palma en esta loca operación biquini, ya veréis, ya). Mientras, vivo en la sensación de que estamos perdiendo el horizonte, la estética y la proporción con cualquier excusa (la crisis es una de tantas); y ante tanto despropósito, no sé bien si echarme la siesta, correr o hacer unas novenas.

Creo que mejor me voy a leer un poco.

En fin, que os dejo con The fantastic flyingbooks of Mr. Morris Lessmore, un bellísimo corto ganador del Óscar 2012 al mejor corto de animación. No digo más y que cada uno reflexione, pero es que desde que los libros han salido de nuestras vidas, la especie humana evoluciona cada vez peor. Y eso no es de recibo, no lo es.

Feliz fin de semana, 

Feliz semana,

Nuestro agradecimiento a  Morán. por su cómic.