El sábado pasado fue una jornada de permanentes provocaciones. Desde las primeras horas hasta las últimas. Y todo comenzó con el dichoso pelapatatas.
De hecho, hasta entonces yo no sabía qué extraña desazón pessoniana provocaba en mi vida el pelapatatas, pero el sábado me dio por pensar (así, sin venir a cuento) y comprendí el siniestro motivo de mi desasosiego
Como si de un ensayo filosófico del absurdismo se tratase, como si fuera una revolución ciéntifica Kuntiana que alcanza la luz en medio de la noche, el sábado me di cuenta de que la razón de mi odio al pelapatatas se debe al amor apasionado de JCH a tan desagradable trasto.
Y es que si vamos al Carrefour, al Lidl o a cualquier otro súper con sección “todo a un euro”, JCH en seguida se despista y siempre, siempre, siempre viene cargado con un pelapatatas (es que no puedo, no puedo); yo le miro mal, pero, claro, el pobre no echa cuentas de mis motivos y piensa que mi ceño de macha alfa (porque entonces me sale) se debe a cualquier zarandaja de la compra, pero nunca a algo tan familiar, entrañable o estimulante en mi vida, debe pensar él, a juzgar por el entusiasmo con que los compra tras cada mudanza (y ya llevamos catorce ), donde misteriosamente siempre se pierden.
Pues bien, andaba yo el otro sábado recogiendo el lavavajillas y ¡zas!: ¡Mierda puta!: ¡pero de dónde carajo ha salido esto?, espeté (perdón, ya he avisado de mi inestabilidad emocional frente al invento). El caso es que, esta vez, tras el exabrupto reflexioné unos segundos y me di cuenta de mi odio infantil al chisme: No sé usarlo, lo confieso. O me llevo media patata o dejo la piel y los pellejos a trasquilones, pero JCH…¡JCH hace hasta dibujo artístico!, como su madre. ¡Vamos!, ¡toda una provocación!
Más tranquilita, me puse a repasar la factura de MOVISTAR, una de las mayores provocadoras (perdón, quise decir operadoras) de España. Resulta que un día tonto —de esos que tiene cualquiera—, yo me dejé enredar y acepté un descuento del 50% en mi factura durante un año como disculpas de la última reclamación. Debo añadir que tengo una tarifa de consumo mínimo de 9 euros, pero el pasado mes solo gasté 7, 36. Deberían haberme cobrado esos 9 euros fijos más el IVA, pero hete aquí la quintaesencia de la provocación: ¡Pues no que van y hacen el 50% de 7,36 y lo restan a los 9 euros, y el resultado, o algo parecido, van y los suman a los 7, 36!
¿O esto es provocar o me están robando? (se admiten nuevas sugerencias). De paso, os recomiendo que también echéis un ojo a la factura del GAS. Mi hermana ME me avisó de que ahora nos cobran 4 euros por un seguro que nadie hemos pedido.
Además os invito a que leías el blog de Marta Pérez, de ESTO ME SUENA (RNE), que también ha sufrido una provocación parecida.
Para cerrar el punto Compañías que nos provocan, creo que voy a recoger firmas para que todo este tiempo perdido entre tantas provocaciones nos compute para la jubilación. Porque ya le llevo echadas unas horitas, ¿eh?
¿O esto es provocar o me están robando? (se admiten nuevas sugerencias). De paso, os recomiendo que también echéis un ojo a la factura del GAS. Mi hermana ME me avisó de que ahora nos cobran 4 euros por un seguro que nadie hemos pedido.
Además os invito a que leías el blog de Marta Pérez, de ESTO ME SUENA (RNE), que también ha sufrido una provocación parecida.
Para cerrar el punto Compañías que nos provocan, creo que voy a recoger firmas para que todo este tiempo perdido entre tantas provocaciones nos compute para la jubilación. Porque ya le llevo echadas unas horitas, ¿eh?
Pero volvamos al sábado. Tras los episodios pelapatatas y MOVISTAR, me fui a ver a mi madre, a El Pardo. Hablamos sobre esto y aquello, sobre un divorcio allegado, y también sobre el libro La soledad de Sofi la profesional, de P. Eyre. ¡Qué filón! Mi mayor sorpresa llegó cuando mi madre, hilando todas las conversaciones, me confesó que la triste Sofia había puesto de patitas en la calle al primer guardia de Zarzuela que se divorció en aquellos primeros tiempos modernos; pero no quedaba aquí la cosa; de hecho, si alguno en Zarzuela andaba en tales trámites, la consigna era: ¡Que nos entere la jefa, por favor, que nos entere!, ya que de saberlo, el susodicho iba a durar menos allí, que Guti tatuándose las iniciales de su último amor (¿a esta criatura nadie le va a decirle que cada día se parece más a un hule de cocina?).
El caso es que... ¡Ayyyy, la vida! (suspiro dramático) ¡Qué traviesa! (sarcasmo dramático) ¡Cuánto nos provoca! (pausa dramática), porque a la vuelta de los días, la primogénita va y se le divorcia; después, una tarde a merendar unos sobaos, se le presenta el hijo con la divorciada; y más tarde, la Urdangarina… bueno, ésta como la madre: yo no sé nada, yo no sé nada.
Me río por no ponerme sentimental, pero hay que ver los sapos que se tragan algunas porque las entierren en El Escorial. ¡Y ya ves tú pa´qué! ¡Si en aquel sótano no te dejan hacer fotos! En fin, será cosa del Karma, como dice Silvestre.
A la vuelta de El Pardo, coincidí en el autobús con una señora que leía la revista Diez Minutos. En la portada Jesulín de Ubrique exclamaba, tras año y medio sin ver a su Andreita (ya le vale): «¡Dios Mío, qué grande está mi niña!». Y yo fue verlo y me dije: ¡Caramba, Udaberri, a este le ha pasado como a Rajoy con la deuda!
Y para acabar el día me fui a pasear al Museo Reina Sofia (¡Dios!, es que me persigue), en busca de provocaciones de verdad, quiero decir, artísticas, y excepto el alimento intelectual de los consagrados, hoy ya clásicos, no encontré ni un atisbo de revolución, de provocación entre los muros del viejo hospital de San Carlos. Y eso sí que es preocupante (aunque pensaré como Lakoff y será que mi marco conceptual es otro).
Al llegar a casa, el Informe Semanal venía cargadito de congresos y provocaciones mitineras. Entonces, repasando la enseñanza del pelapatatas, me arrellané en el sofá, me arropé con una mantita, miré a JCH con ojitos y le dije: «Anda, cariño, ponme un poquito la teletienda, que necesito hibernar».
(¡Qué malitas están las cabezas humanas a ciertas edades!)
Feliz fin de semana,
Feliz semana
Salud, alegría y a cuidarse mucho, que hoy vienen provocando (por no decir otra cosa).
Madre mía, madre mía, ya hablaremos tu y yo. Pensé que un gnomo me robaba los pelapatatas
ResponderEliminarYa hablaremos, ya
JCH
Pues creo que es mejor que lo sigas pensando.
ResponderEliminarPor cierto, y para redondear la entrada: acabo de recibir un mensaje de MOVISTAR, me dicen que desestiman mi reclamación. Les llamo para que me expliquen el motivo y me dicen que tengo números de otra tarificación. Le digo: señorita, independientemente de eso (que ahora me cuentan),yo no llego a la cuota mínima de los nueve euros y le aseguro que si estoy reclamando es porque he dedicado más tiempo que usted a mirar mi factura. Y entonces va y me dice la coleguita del "otro lado del charco" que entonces le explique yo "esos conceptos que me han cobrado".
Haré un Ommmmmm, que para eso es viernes y la semana que viene pondré la denuncia, pero así nos va, y así les va a algunas compañias.
Otra cosa: conste que mi apreciación sobre "la señorita del otro lado del charco" no es xenofobia, sino la evidencia de que los responsables del servicio de Atención al Cliente de Telefónica deberían estudiar a Lakoff -citado en la entrada- y su teoría de los marcos conceptuales.
Yo pelo las patatas con un cuchillo. Eso del pelapatatas pa mí es demasiado moderno. Con mi compañía R del móvil pago los SMS a 9 céntimos y las llamadas a 6 céntimos. No tengo cuota mínima. ¿Vosotros sabíais que la reina Sofía es masona? También es masón el rey Juan Carlos. En EEUU ser masón es considerado como un plus. Le dan mucho valor a los masones, el ser masón. Aquí, como con Franco fueron perseguidos, se piensa mal de ellos. Los masones son filantrópicos y altruistas y como todas las sociedades, discretas, también acumulan poder. Los masones viven un camino de rectitud personal. Son como ser monjes pero sin voto de castidad o de pobreza. No os doy más la vara
ResponderEliminarBienvenidos al mundo real. Ese mundo en el que un pelapatatas, la pelea mensual con Movistar u otra operadora cualquiera, la oferta de Fenosa, el que arregla la caldera y que nunca llega (ni llama para decir que no va a llegar), el futero que te cuela una mandarina blanda repugnante que tienes que tirar, son los elementos que condicionan tu vida cotidiana. A mí todas estas cosas me crispan, me enervan y me cabreo mucho, mucho. Sin embargo, cuando comparo estas situaciones con grandes catástofres, con el juicio del URDANGA (¡madre mía la que se viene porcima!), la zozobra que tiene que sentir el RUIZ GALLARD entre si ser o no ser..., las vacaciones casi perpetuas del GARZ REAL (porque a ver en qué va a emplear el tiempo libre, como la canción), me digo a mí misma para mis adentros interiores "pero que bien, jamíapordios, qué vida tan sencilla y simple llevas". Y me siento tanagustito, la verdad. Porque al final del día pienso en todas las cosas que he hecho durante el día y me siento muy "masona", porque como escirbe SM, he sido un poco filántropa (¡ay estas amigas lloronas!), altruísta (hoy sólo he hablado con mi madre siete veces y sin protestar niná) y discreta (tenía que haberle destruído los tímpanos a mi marido con un grito cuando ha pisado una c.c. de nuestra perra en el jardín y se la ha pasado a casa en la suela de la zapatilla). Alegraos de las cosas sencillas, yo ya me he rendido a ellas, aunque casi palmo en el combate. Y como escribía M. Altolaguirre "Yo estoy aquí. Pero existe también un aire paralelo a mi figura, un horizonte igual a mi contorno que me agranda en los ámbitos". Siempre espero algo más extraordinario... mientras, lo cotidiano. Que tengáis buen fin de semana.
ResponderEliminarEl placer de las cosas sencillas. La inmensidad de lo pequeñito. El buen perfume se sirve en un frasco pequeñito. Los buenos bombones son un ¡Ay! que caben enteros en la boca. Lo extraordinario viene a veces disfrazado de lo cotidiano. Hacer Historia es hacer actos sencillos que se vuelven extraordinarios. Es cuestión de actitud
ResponderEliminar¡Qué bueno! ¡Dan ganas de casarse para tener a alguien a quien esconder los pelapatatas! Y pobre tu santo, noches enteras en vela pensando dónde demonios había ido a parar su última adquisición...
ResponderEliminarÁnimo con la protesta telefónica, si todos fuesemos tan valientes se cortarían un poco más de tomarnos el pelo. En cuanto vuelva de Suecia cancelo mi única y risible cuenta bancaria, me han subido los "gastos de mantenimiento" (?) un 100% así, a pelo, y ya me han hartado. (Vale que solo es un euro de diferencia, pero es mi euro, cojona). Feliz semana llena de cosas sencillas, que dice Silvestre Minerva. La grandeza de estar vivo. (Me encanta el oso)
Hola, valientes, masones y gentes de toda condición, en este bonito pero frío domingo de invierno. Me alegra muchísimo escucharos y saber que estáis ahí una semana más.
ResponderEliminarOs diré, sobre el asunto "pelapatatas", que la cosa es más compleja de lo que parece a simple vista. De hecho, ayer, hablando con mi hermana P, descubrí que a ella también le da una grima espantosa tal aparatito. Mi hija insistía en la sencillez del trasto y en que solo debíamos apretar más. Pero nosotras, ni por esas, en la negación más absoluta: que no, que no, que no... entonces recordé que mi madre también lo odia y, sin embargo, mi padre lo usaba como JCH, vamos: dibujo artístico con las mondas.
Va a ser que Jean Cocteau tenía razón en aquello de que donde mejor canta un pájaro es en su árbol genealógico.
Respecto al masonismo (muy interesante tema, Silvestre) mi experiencia me lleva a posicionarme al lado de Victoria A y aclamar muy alto aquello de que "para masonas: nosotras".
En mi opinión, más que masones, los "sencillos" son unos caras duras de impresión, como los que componen el selectísimo y cada vez menos discreto Bilderberg.
De nuevo digo, que será que mi marco conceptual y mis valores difieren mucho del concepto "rectitud personal" de ellos.
En fin, que, cuestiones aparte: ya sabemos quien se va a comer el marrón Urdangarín (como en su día se lo comiera Colón de Carvajal o Conde por el suegro). Esta vez es Diego Torres, y no hablo precisamente del cantante del "Color esperanza".
Saber que se puede, ¡querer que se pueda! La, la,la,la,la...
Supongo que esto será lo que cante el URDANGA, como dice V.A., en el juicio.
besos mil, y muy buena semana,
¿Sabéis que de los cuatro temas por los que está imputado Urdanga, dos ya han prescrito? Los jueces han atrasado todo para que ocurriera esto
ResponderEliminarTema telefónica.
ResponderEliminarEl presidente es éste:
http://www.youtube.com/watch?v=sTOAyZxOTy0
El clavalín que te atiende en la tienda es "asesor", si pones una queja en el 1004 te pasan con un "comercial" y se pides la baja te ponen con un "consultor". No me invento nada, esa es su terminología. Entonces, yo me pregunto, cuando necesitas asesoramiento, una labor comercial o una consultoría, con quién hablas en esa empresa.
Con esa forma de enfangar los perfiles profesionales, con esa "presencia" que trasmite su presidente y con el chiste que corre de boca en boca que se puede esperar.
Ah, que a qué chiste me refiero, pues ese que dice: "¿a que no sabes que hace un sudamericano cuando tiene nostalgia?
LLama al 1004
Llama al 1004, igual que Udaberri, ¿sientes nostalgia? Porque para otra cosa no te va a valer.
Miguel Leiva
Hola, os recomiendo este artículo:
ResponderEliminarhttp://www.elconfidencial.com/opinion/mientras-tanto/2012/02/12/la-reforma-laboral-que-surgio-del-lobby-8711/
CC
Os recomiendo: www.vozpopuli.com/nacional/reforma-laboral-no-esta-mal-pero-no-es-suficiente
ResponderEliminarEl chiste ese del 1004, ¿no suena un poco racista?
ResponderEliminarL.R.
¿Es racista el chiste del que estamos hablando? ¿a que no sabes que hace un sudamericano cuando tiene nostalgia?
ResponderEliminarLLama al 1004
Yo creo que no, que yo vea, no emite ningún calificativo despectivo y mucho menos hacia una raza o nacionalidad.
Empieza diciendo que qué hace un sudamericano cuando tiene nostalgia, "sudamericano" es ciudadano de un país situado en América del Sur. Llamar al 1004 no creo que suponga mayor problema.
Lo que se sobrentiende es que la mayoría de la gente que atiende el servicio de atención al cliente de Telefónica es de nacionalidad sudamericana. Hasta aquí no veo ningún tipo de trato racista.
A lo mejor el racismo está en la mente de cada uno, y sus asociaciones de ideas. El servicio que se da en el 1004 de Telefónica es pésimo, aunque todo es discutible, creo que esto tiene poco debate. Pero yo creo que lo que se debe asociar es servicio de atención al cliente pésimo con compañía nefasta, y no otra asociación de conceptos.
Miguel Leiva
¡Que poco sentido del humor tiene la gente! Este chiste le oí yo en RNE el otro día, y nadie llamó para decir que era racista. Yo creo que Leiva tiene razón y el problema es el servicio de atención de Telefónica.
ResponderEliminarLa gente se la coje con papel de fumar y así confundimos la corrección política con la educación; por eso cada día somos más mal educados, aunque seamos muy correctos.
Bueno, que eso, que vaya tontería más grande lo del chiste racista. me parece a mí.
Alhambra
Yo creo que el pelapatatas es fruto de la falta de maña, por no decir otra cosa, del hombre en la cocina.
ResponderEliminarEl pobrecito necesita que le fabriquen gadgets especiales para él, y así, con ese amor que le tiene a los juguetitos, se anima a entrar en la cocina, con lo fácil que es pelar una patata.
Luego ves a Arguiñano manejar ese cuchillo, con esa destreza, que dices: la excepción que confirma la regla.
Luisa.
¡Ole, ole, ole, ole y olé! Yo no lo hubiese resumido mejor.
ResponderEliminarEl pelapatatas es el fruto de la falta de maña del hombre en la cocina y la necesidad de crear aparatitos especiales para suplir su escasa destreza (trastos con los que luego intentan enseñarnos. Tócate los pies!!!).
El ejemplo de Argiñano es la confirmación de tus palabras, Luisa, que suscribo de principio a fin. Donde esté el cuchillo!!!!
Para provocación buena, buena, la reforma laboral.
ResponderEliminarUno que se ha ido a quemar algo.
¡Pa qué! ¡pa qué! y todo por un pelapatatas, ese instrumento maravilloso que se adapta a la mano de forma sublime y te conduce a lo largo de zanahorias, tomates, patatas, nabos, espárragos, hasta que sólo atisbas ya su corazoncito de verduras y frutos jugosos. Sí, lo confieso ¡me encantan los pelapatatas!, pero de los cuadraditos, de esos que sujetas con dos dedos y deslizas suavemente. Partiendo de esto ¿cómo hemos llegado al racismo y la reforma laboral?. Udita, las que lias. Me voy a tomar un gintonic, así, tojunto. Besos.
ResponderEliminar¡¡Ende luego, Victoria A.!!, no espera de ti tamaña traición. ¡Te encantan los pelapatatas!
ResponderEliminarEn fin, hago un Ommm, y pienso positivamente. Además, ya que eres uno de mis faros de elocuencia occidental en esta aburrida tiniebla de noticias soporíferas, voy a buscar, pero ya mismo, un pelapatatas de esos cuadraditos que tú dices, y ya te recitaré la experiencia, porque yo esto de "se adapta a la mano de forma sublime y te conduce a lo largo de zanahorias, tomates, patatas, nabos, espárragos, hasta que sólo atisbas ya su corazoncito de verduras y frutos jugosos", quiero probarlo. Yo eso quiero probarlo.
Por Dios, si es que no me extraña que te vayas a tomar un gintonic. Si es que, como sea como dices, puede ser que yo HASTA VUELVA A FUMAR EL DE DESPUÉS!!!
De la reforma y de Movistar, que conste que yo avisé que venían provocando...
Voy a la biblioteca a por un libro de Charles Dickens, para ir haciendo el cuerpo a lo que se nos viene encima.
ResponderEliminarSiempre es una delicia leer a Dickens, pero ten cuidado con el título que coges, que puede acabar de deprimirte.
ResponderEliminarTe recomiendo los papeles póstumos del Pickwick, aunque tal vez sería más interesante que leyeras a Melville, y su Bartley el escribiente. Seguro que te gusta.
saludos,