DIARIO DE UN GPS Y DE LA DUEÑA DE UN GPS

A mi querida MV, 
para que se ría y se distraiga,
aunque sea un poco.




Basado en un hecho real

Diario de un GPS

DÍA 1. Mi nueva dueña me dice las direcciones en dos tonos más altos y más lentos de lo normal. Cualquiera diría que me está enseñando a hablar español.  Ella insiste con paciencia mientras yo me pregunto si nadie le ha dicho a esta mujer que debe darme las instrucciones por escrito.

DÍA 2. Mi nueva dueña al fin se ha enterado de que debe escribir la dirección en la pantalla. Aun así, sigue indicándome las calles como si fuera tonto: des-pa-ci-to  y en-voz-al-ta.  A veces incluso la veo morderse la lengua en la extrema pericia de elegir una calle de entre varias, de marcar el número.

DÍA 3. Mi nueva dueña arranca el coche y no me escucha. No me escucha. Yo le hablo de usted y le digo: «A veinte metros, gire a la derecha». De nuevo se lo repito a quince metros; a diez metros se lo recuerdo. A cinco, ella mira el nombre de la calle que aparece en la pantalla y luego la veo que lo busca en el primer cruce que le sale al paso, el que ya no es. Entonces pretende girar en la siguiente, normalmente prohibida.  Frena, se cabrea y me llama «anticuado». ¡A mí!, ¡que me actualizo por satélite!

DÍA 4. Mi nueva dueña les ha dicho a sus amigas que me ha pillado en un renuncio. Lo que les ha ocultado es que no es lo mismo indicarme la calle Málaga que la calle Malagosto. Cuando estábamos cerca del Parque Berlín, se ha pillado un cabreo que no veas. Quería que le pidiera perdón, pero he preferido guardar silencio ministerial, que ya la voy conociendo. Ella ha parado el coche, le ha preguntado a un guardia y después de llamarte «inútil», me ha apagado. Y yo me he quedado con ganas de decirle: «¡La próxima vez que me programes, ponte la gafas de ver, por favor!».

DÍA 5. Mi dueña se ríe de mí con sus amigas. Sobre todo cuando pasa de mí. Las más de las veces. Hoy la he llevado al término indicado. Pero al llegar al destino, ella ha pasado de largo. La he avisado y he intentado corregir su posición, pero ni caso, ella a lo suyo. Entonces me he callado y, al rato, ella le ha dicho a sus amigas: «¡Mira, este es como mi marido, que cuando se da cuenta de que no le hago ni caso, me deja por imposible!». A mí eso me ha herido.

DÍA 6: Hoy mi dueña me ha insultado llamándome «Tomtomleches». Después me ha amenazado con regalarme a una ONG. ¡A mí!, ¡que tengo tres premios internacionales al producto del año en Ginebra! Y todo porque le he dicho: «En la rotonda tome la tercera salida». La verdad es que no lo entiendo.

DÍA 7. Mi dueña dice que me calle porque no la dejo oír la radio. Creo que tengo ansiedad.

DÍA 8 y último: Mi dueña me ha metido en una bolsa, y aquí ando, en un cajón de su casa a la espera de otra suerte. Mi dueña dice que soy un machista. ¡¡¡¡Hay  que joerse!!!!

Diario de la dueña de un GPS

DÍA 1. Me han regalado un GPS. Es bonito y parece fácil de usar. Yo lo he agradecido mucho aunque en verdad pienso que coger el coche es cada vez más agotador. Porque entre quitar la barra, colocar los espejos, poner la radio, el manos libres, colocar el GPS y programarlo (que no me hace ni caso) a veces tardo más que en todo el trayecto.

DÍA 2. Mi concepción animista de la vida me hace respetar a toda criatura viviente con devoto amor franciscano. Como el hermano Sol, la hermana Luna, el hermano Lobo, o el hermano móvil, el hermano GPS ha pasado a formar del parte del cántico espiritual de mis criaturas desde el primer día que entró en mi coche. Hoy me he enterado, después dos viajes haciendo el ridículo, que no responde a estímulos orales. Ahora le escribo en la fría pantalla el destino de mi viaje. ¡Qué pena!, yo que había ensayado delante del espejo mis erres francesas para que me entendiese mejor. En fin…

DÍA 3. Mi GPS me exige cosas que ni mi marido, tras casi un cuarto de siglo matrimonio, se atrevería a pedirme. ¡Pues no que va y me dice que gire a la derecha a 20 metros!  ¡Pero, criatura de Dios, que yo soy conductora, no topógrafo! ¡Cómo demonios sé yo cuánto son 20 metros! ¿Qué quieres?, ¿que los cuente?, porque yo o cuento o conduzco, pero las dos cosas a la vez no, que el seguro no me lo cubre.

A este paso, para conducir, además del teórico y del práctico, vamos a tener que hacer un módulo en el MIT.

DÍA 4. A veces pienso que orientarse por los satélites es más complicado que cruzar el mundo tan solo guiándote por las estrellas. A veces, mi GPS me hace creer que en lugar de Madrid, estoy en San Petersburgo. No me suena ni una calle.

DÍA 5. Bromeo con mis amigas sobre mi GPS. Yo creo que esto lo ha programado alguien con muy poca empatía. ¡Con lo fácil que es orientarse como lo hacemos la gente normal! Y decir: en la primera calle, en la segunda, en la tercera; ¡pero no a 20 metros gire a la derecha!  Y esa es otra: porque yo tengo dos derechas. ¿A cuál giro? Con lo sencillo que sería decir: gire hacia su lado, o gire hacia el lado de su acompañante. Con lo fácil que es echar un rato y pensar por el bien común. Pero no hay manera, no hay manera.

DÍA 6: Hoy me he cabreado un poquito con el GPS, la verdad, y es que con gran insolencia me ha dicho: «En la rotonda tome la tercera salida». Yo, nerviosa, le he preguntado: «¿Pero contándome a mí o sin contarme?» Al final, he dado dos vueltas completas a la rotonda, he perdido la cuenta de las salidas y he salido por la primera calle que me ha parecido. ¡Y la gasolina a 1,40 el litro!

DÍA 7. El GPS me produce un poco de ansiedad. He puesto la radio. Sonaba la Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann, de Offenbach.  Apenas cuatro minutos, ¡por Dios!, ¡cuatro minutos! He tenido que subir el volumen dos veces, porque mi GPS seguía ordenándome instrucciones. Al final, lo he apagado: «¡Anda y cállate un rato, pesao, si no sabes disfrutar de estas maravillas!».

DÍA 8 y último: He metido el GPS en una bolsa, y ahí anda, en un cajón de casa. Muchos alegarán mi torpeza de mujer. Comentarios machistas sin importancia. Porque puestos a elegir machismo, yo preferiría un chófer, pero me tengo que conformar con un GPS que no me comprende. ¡¡¡¡Qué cruz, qué cruz!!!!

Feliz semana,
Feliz fin de semana,
Salud, alegría, a cuidarse y a disfrutar mucho del Carnaval.