Coto de caza número 1

Toda mi infancia y adolescencia la he vivido frente al coto de caza número 1, en El Pardo. La casa de mis padres estaba allí, y desde la ventana, al otro lado de la carretera, podía ver el ancho monte cercado en la margen derecha del río en su camino hacia el Tajo.

Un lindero que, por seguridad nacional, no se podía atravesar, y, sin embargo, del que, de tanto en tanto, escapaban los gamos o los jabalíes hasta las aguas del Manzanares, o hasta las casas del pequeño poblado de Mingorrubio, mi pueblo, en busca de algún resto de comida, cuando el coto, en su estiaje, era tierra yerma (puede observar el lector que este hecho evidenciaba con claridad, la existencia de vida inteligente al otro lado de la valla: los animales).

Se me viene hoy a la memoria la imagen de este coto, parque privado de la Zarzuela, porque siento, sin ninguna nostalgia, que se ha abierto la veda. Y es que en este país nuestro de tantos secretos e intrigas, ni el sepulcro del Cid está a salvo bajo sus siete llaves, cuando se abre la caja de Pandora, cuando se cierran las espitas...

De hecho, desde hace bien poco asistimos (y seguimos en ello), en esta tierra cuniculosa según el poeta Cátulo, a la caza de otra de nuestras magníficas piezas. Me refiero a Zapatero, nuestro ínclito futuro ex presidente (supongo que anda ya contando las horas para empezar a contar las nubes ¡Qué cruz!), y es que donde ayer se le loaba en endecasílabos perfectos, hoy se le apalea sin mesura. Y no solo a él, que las batidas en torno a Los Royal cada vez son más numerosas.

Es lo que tiene soltarse la melena y sentirse libre cuando estás acorralado por la justicia o temes perder los intereses de tu privilegiada casta (que se lo digan a Jaume Matas). Entonces aquí canta la Traviata hasta el más ortodoxo de los cartujos. Y el monarca, va y se quita las gafas negras y dice: «qué chungo vienen los tiempos», y el yerno, para pasmo de los indignados de Hessel, dice que él también está un poco indignado (me parto). Entre tanto, los medios, ahora nos cuentan a precio de saldo las exclusivas que guardaban en sus cajas fuertes, e incluso vomitan sobre las alfombras borbónicas que antes levemente pisaban de puntillas. Pero es que estamos en el meridiano del calendario de la caza mayor.

Hace unos años, volví a vivir en el lugar de mi infancia y adolescencia, y me acostumbré a bordear la verja del coto de caza número 1 en mis paseos de tarde. Entonces, con algo más de conocimiento del mundo, en el silencio de la naturaleza, me formulaba esa pregunta tantas veces repetida en todas las facultades de Comunicación del mundo: ¿A qué suena un castaño viejo cuando cae en medio del monte?

A nada si no se cuenta. Ya lo dice la espiral del silencio. Porque ahora resulta que todos los medios sabían que el suegro había enviado a los niños (él, ella ─me refiero a la directora general─ y toda su progenie) al destierro americano por sus comportamientos “poco ejemplares”, y callaban porque era lo ejemplar; y, sin embargo, también ahora nos enteramos, de nuevo por los medios, de que el destierro era un toque de atención, porque lo que más ha molestado al sencillo Monarca no es el despiporre de comisiones que recibían de sus súbditos con gran júbilo de ambas partes, sino que la niña y el marido hayan dejado que esta información trascienda a la opinión pública. En verdad, según la espiral del silencio, tal negligencia es un comportamiento muy “poco ejemplar”.

En fin, que tampoco vamos a darnos un mal rato paná, que la maquinaría del maquillaje de la opinión social ya anda en marcha y dentro de nada estaremos todos perdidamente convencidos de que Urgandarín era un agente troskista de Anguita en su campaña hacia la Tercera República. Si no, al tiempo…

Porque lo peor de todo es que llevamos un par de semanas con pocas alegrías (y lo que está por venir, nos vaticinan), «Pero, ¡qué carajo!, ¡tolsantodía* con el mismo rollo!, ¡anda y vamos a echarnos una risas! Así que me he acordado del discurso de la Navidad pasada de nuestro campechano monarca. Obviamente, me refiero al discurso del comportamiento “ejemplar”… No seáis pérfidos. Del otro, mejor ni hablamos. 

Ahora, que yo aviso: quienes viven en medio de un coto de caza (aún más si es el número 1), algún día pueden llegar a ser las piezas más preciadas. 

Salud, alegría y a cuidarse. Buen fin de semana, buena semana.

*Préstamo léxico de VARJ