Qué tiempos aquellos...

¡Qué tiempos aquellos en los que nos reíamos al oír la palabra "dexosirribonucleico"!

Y no es porque eche de menos a las monjas de Argüelles, ¡qué va!, solo que esta semana añoro reírme con aquella inocencia.

¡Qué tiempos aquellos cuando nos partíamos de risa al oír la palabra “desastre”!

Y es que parece que se nos ha ido la alegría por el desagüe. Ha llegado el viernes y, en verdad, ¿qué ha pasado en esta nueva semana que se aventuraba decisiva en nuestras vidas sencillas? 

Recapitulemos: el PP ganó las elecciones y desde entonces se ha hecho el silencio, pero la bolsa ha bajado a los 7000, el paro habrá subido otro tanto, la prima de riesgo, loquita perdida, le está robando el eslogan al anuncio de la lotería, pero en femenino: “este año, la lotería te trae al más gordo de los gordos”? (según el Guinness un tal Manuel Uribe), y por ahí algunos ya van a meter la tijera o, mejor, la motosierra Stilh a todo lo privado que se mueva. También van a hacerlo en lo público. ¿Y qué?, ¿acaso no somos “público” la ingente masa de seres privados que mantenemos lo público (sanidad, educación, farmacia, servicios esenciales, agua, luz, gas, etc.). Van a subir el IVA y los transportes. Van a bajar las becas. Van a recortar las prestaciones. No somos Grecia pero estamos en ello; no somos Portugal, pero casi; no somos Irlanda porque no hablamos inglés; y no somos Italia porque solo un mandatario como il Cavaliere es capaz de implantarse un conejo en la cabeza (bueno, eso también lo hizo Bono) y, después, con un par… de testigos, llevar a Clooney y a Ronaldo a testificar en su caso Bunga Bunga.

Miro a mis sobrinos con el convencimiento de que ellos se parten de risa cuando oyen a Rajoy decir que "van a subir el IVA de las chuches" (pronunciado “xuxes”). ¡El IVA de la Xuxes! como si tal cosa fuera un nuevo ácido dexosirribonucleico de sabor más potente que un Gormiti (y no andan muy desencaminados, los chavales).

El caso es que esta semana ha sido tan parca, tan aburridamente expectante, que no ha habido noticias que me sedujeran. Por ejemplo, podría decir que la Federación Valenciana de Lesbianas, Gays, Transexuales y bixesuales (LGTB) ha pedido que se promulgue una norma o ley que prohiba la canción "Maricón el que no bote" y todas sus variantes. Pero, claro, si lo comparo con el notición de la semana pasada, de que el jugador profesional de rugby (y heterosexual), Chris Birch, ahora es peluquero (y homosexual) porque se dio un golpe y cuando se despertó el dinosaurio ya no estaba allí. ¡Vamos, que era gay! ¡Pues no hay color!  

O aquella otra de que la poli en Inglaterra ha hecho una campaña de marketing dirigida exclusivamente a evadidos de la justicia, en la que se hacían pasar por una multinacional cervecera que te regalaba un barril gratis. El caso es que la mayoría respondieron al móvil y fueron al punto donde debían recoger el premio. ¡Y menudo premio!

Por eso, tras esta semana de incesante búsqueda del tiempo perdido (gran obra en la que aprendí que el mejor hombre es siempre el magnánimo), de que Hacienda me haya mandado una notificación de 8.3 en la escala de Richter (y sin réplicas, espero), y de que todavía no le haya podido cambiar el alias al “hombre al ralentí” ─o sea, a nuestro futuro presidente (trabajando mucho, dice que está, pero sin soltar prenda)─; he decidido que debo ir superando algunas rémoras infantiles que nunca regresarán, para recuperar ciertos impagables que tan entrañables tardes me han dado.

Ahora os dejo con Manolo García y su último éxito dedicado a la prima de riesgo (creo yo,  a juzgar por la letra).

  

Buen fin de semana, buena semana. 

NOTA A VISITANTES: si has llegado hasta aquí, por favor, no dejes de leer los comentarios de esta entrada, verdaderamente impagables, verdaderamente certeros, verdaderamente divertidos, verdaderamente inteligentes; siempre lo mejor del blog. Muchísimas gracias a Lola, a Victoria A. y a Silvestre Minerva por dejaros oír cada viernes.