Parece mentira que ayer fuera verano en Madrid. A las once de la noche, el patio de vecinos de mi casa —ya sin manta—, tenía un pie más puesto en el otoño que en esta canícula inmisericorde que castiga por igual a los cada día más incalificables y sucios del 15M, o a los limpios jovenzuelos de la JMJ, alegres y joviales derrochadores de fe.
Y es que el fútbol no entiende de vacaciones, y ayer, el patio de mi casa, gritaba los goles de uno y de otro como si estuviéramos en plena canícula liguera (más o menos en diciembre); después, claro, la cruda realidad volvió al ser de los dormitorios y el calor nos hizo recordar que las sensaciones de horas antes apenas habían sido un guiño de lo que nos espera. A saber: mucho Barça (enhorabuena), mucha marrullería del macarra Mou y sus sopranos (Pepe, Marcelo y, a veces, Sergio Ramos), y después, todos lo demás, incluido mi Atleti que ahí va, como siempre embriago en su melancolía de lo que puede ser y en otro tiempo fue.
He oído que mañana habrá un vía crucis en Madrid, tal vez, deberían añadir un paso más, justito en el Calderón. ¡Qué cruz!, ¡qué cruz!
Pero yéndonos a temas menos espirituales (o no) me gustaría contaros algo de mis vacaciones 2011.
Este año, con poca pasta en los bolsillos y menos ganas, si cabe, de buscar destino, tuve la suerte de que mi querida amiga PZG me dejara su casa en Tabernes (o Tavernes) ¡Un lujo! Así que pa’llá que nos fuimos JCH y yo a remojarnos en el Mediterráneo.
O, al menos, a meter los pies, experiencia que intentamos desde el minuto 1 del primer día, y, sin embargo, ni aun con PZG, buena conocedora del terreno, conseguimos decir “agua a la vista”, mientras avanzábamos, sin saber muy bien adónde, por el arcén de una carretera con bastantes tránsito, muchos naranjales y algún que otro gato atropellado. Convencidos de que allí no olía a mar, regresamos al Aurgi de Gandía, recogimos el coche de Pacita, y nos fuimos a cenar a Víctor (¡otro lujo!), ya en Tabernes (dicen que de lo mejor en la Safor. M agnífica cocina mediterránea, excelentes postres y muy buena relación calidad/precio).
Y cuando llegamos a la playa… ¡Qué redescubrimiento más apasionado! ¡Cuánto placer!
Porque no es lo mismo ir a la playa con la toalla, la esterilla, la sombrilla, la bolsa, y, sobre todo, la espalda cuarentona por demás, que llevar todo en una cómoda silla con ruedas que además hace las veces de carrito. ¡Uauuuhhhhhhhh! ¡Qué pasada!
Desayunábamos a eso de las once, y no me preguntes cómo, pero nos daban las doce y la una y las dos y las tres en aquella terraza, y perdidos en las primeras horas del atardecer, bajábamos a comer a la playa, donde, a veces, nos encontraba la luna.
¿Que qué hacíamos? Oye, mira tú, pues ni leer, te digo. Simplemente mirar el horizonte. Ni pensar. Simplemente dejar la mente en blanco (¡y ya es difícil!). Ni nadar. Simplemente flotar y dejar que fluyera.
Nada. La más absoluta y completa nada. Y así, con los chakrás bien abiertitos y, si me apuras, el tercer ojo cotilleándolo todo, pasé una de las mejores semanas de mis últimos años.
Mil gracias, PZG.
**La fotografía aérea es cortesía el Ministerio de Medio Ambiente. Disponible en http://www1.mma.es/pasarela/wwwi32.exe/[in=wwwisis/playasmap.in]?(tavernes%20and%20tavernes)
**La fotografía aérea es cortesía el Ministerio de Medio Ambiente. Disponible en http://www1.mma.es/pasarela/wwwi32.exe/[in=wwwisis/playasmap.in]?(tavernes%20and%20tavernes)
Que bien te lo pasa Udaberri, y mientras nosotros levantando el país
ResponderEliminarPero bueno Udaberri, todavía eres del Atleti, pensé que en este tiempo habrías recapacitado. Hazte del Barça, si te gusta el futbol claro, del Real Metralla nunca, ahora que han puesto al "destalentao" ese. Eso si, ahora sois el primer club de Madrid, los Mou participan en otro tipo de actividad, "sacaojos por la espalda"
ResponderEliminarA decir verdad ando dividida. El corazón es rojiblanco pero la cabeza es azulgrana. Ya veremos quién gana.
ResponderEliminarbsos