viernes, 19 de junio de 2009

Vicente Ferrer y el escritor que quería visitar la India en Hummer.


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Hace unos años viví en Soria, donde coincidí con una famoso escritor y viajero. Entonces, andaba el hombre un poco falto de inspiración e ingresos, hecho que él no reconocía aunque sus palabras le delataban, y sobre todo, andaba enredado en urdir un nuevo proyecto, con resultado literario, que habría de devolverle esa credibilidad y posición económica perdida.
El caso es que deseaba viajar a la India, hasta Andhra Padresh, y allí pegarse a la espalda del buen Vicente Ferrer para escribir sobre él. Pero necesitaba un Hummer Full Equip para llegar hasta allí. Para estar allí. Su idea era que los de Hummer le regalasen el coche, ya que él haría promoción de “semejante pepino” mientras escribía el libro. Pero los de Hummer le dijeron “Tururú”. Nosotros, ingenuamente, le recomendamos que preguntase a los de Uro, la versión española de tal brutalidad, pero, claro, los de Uro no tenían ni el lujo ni el glamour de la marca americana. Y ahí quedó la cosa.

Hoy ha muerto Vicente Ferrer, un buen hombre que no necesitaba de libros para pasar a la posteridad. Porque la posteridad, como el día a día de tanta gente a quién ayudó, vivía en él, y él en ellos. Hoy ha muerto un buen hombre que no necesitaba estar en la portada de un libro, aún menos de hacerse la foto ante un imponente y cómodo Hummer.


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2 comentarios:

  1. Cierto. Siempre he creído que las verdaderas obras buenas, esas que de verdad producen frutos de los que, quien los necesite, pueden alimentarse, se han de hacer desde la grandeza del silencio y la modestia, desde la fuerza y el coraje de saber que se está en camino correcto, aunque no sea el más fácil.
    Hoy es un día triste para mí, porque se ha ido un hombre que representaba todo eso y algo más: la decencia de la discreción y el trabajo duro. Estoy muy triste, se ha marchado un hombre bueno.

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  2. No quería dejar pasar este momento tan señalado sin dar las gracias a Vicente con t odo lo que me ha enseñado con su ejemplo y también por darme la posibilidad de conocer a gente excepcional y hacer posible el milagro de la vida, mi hija Jimena.

    En aquella experiencia puse mi profesión al servicio de los dalits, y expuse mi alma a la tolerancia, al respeto humano, a la humildad, al amor incondicional, a la entrega sin medida. Eso aprendí allí y me siento muy muy afortunada.

    Quien ha visto de cerca esta vida y la ha probado, ya no puede volver a vivir otra mientras que esté en este mundo.

    Gracias Vicente.

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