miércoles, 22 de abril de 2009
Nunca nadie se muere antes
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El otro día hablaba con mi amiga LU. Cubana. Conversábamos amigablemente sobre la vida y sus vueltas y sobre cómo las cosas llegan y pasan cuando toca, aunque fue LU quien acertó a cerrar el discurso con una frase digna de mármol: Nunca nadie se muere antes.
Mis queridos amigos, y enemigos míos, saben de las peripecias de mi menisco roto desde hace nueve meses, incluso más de uno me animó tiempo atrás a crear un blog donde narrar las mil y una anécdotas que viví, sufrí, y aún sigo, en mi roce con el sistema madrileño de salud. Pero todo tiene su momento y aquello nunca me inspiró, de puro aburrido, sin embargo hoy es el día. Hoy debo hacerlo.
El pasado lunes, a NE se le administró la tercera dosis de la vacuna contra el VPH. A diferencia de las anteriores, esta última le ha provocado fuertes dolores de cabeza, hinchazón en el brazo y mareos; efectos secundarios descritos en el prospecto, pero que, lejos de remitir, se han agudizado con las horas, por lo que esta mañana decidí llamar al centro de salud para pedir cita con nuestro médico habitual.
La administrativa del centro me comunicó que no tenían citas disponibles para hoy, por lo que a mí se me ocurrió, ingenuamente, preguntar por el servicio de urgencias... (añado los puntos suspensivos para interpretar los segundos de silencio antes de la respuesta de la señorita):
«Si considera que la vida del paciente corre peligro de muerte —me ha dicho en tono altanero y tosco—, venga a Urgencias».
A mí, al principio hasta me ha hecho gracia la desfachatez y, así, sin encabezar mi respuesta con mi contundente “MIRA, BONITA...”, simplemente dejé que la conversación fluyera:
«Señorita, comprenda que si estuviese ante un caso de muerte no iría a la atención primaria sino al hospital —he añadido comedida— ¿O es que usted pretende colapsar los servicios de Urgencia de La Paz?».
Pero ella, de nuevo, me ha sorprendido con la misma respuesta estreñida, grosera y absurda: «Si considera que la vida del paciente corre peligro de muerte, venga a Urgencias».
Siempre he pensado que discutir con un tonto es volverse tonto, así, he intentado intento hacerle entender la situación. Ahora, además, he aprendido que intentar que un tonto razone es volverse tonto. Pero esta mañana, sólo me interesaba saber acerca del servicio de urgencias de mi centro de salud y el tonto en cuestión era mi único interlocutor, que va y añade: «Sólo se puede hacer uso del servicio de urgencias si corre peligro la vida del paciente».
Tan sólo cuando le pregunté su nombre cambió la respuesta: «No se lo digo. Adiós».
Soy una chica de barrio. No lo puedo remediar, aunque me voy reformando. Tanto, que según ella colgó, yo volví a llamar:
ELLA: Centro de salud de El Pardo, Buenos días ?
YO: Buenos días. Soy la señora de antes. Sólo llamo para decirle que es usted un ser cobarde. Muy cobarde.
Y entonces he colgado sin esperar su respuesta. Ya lo he dicho antes, me voy reformando, y discutir con un tonto es.....
Hace un momento he llegado del centro de salud con NE. He ido sin cita, por urgencias. El médico de la tarde, amabilísimo, me ha recomendado que si persisten los síntomas no lo dude y la lleve a urgencias a La Paz.
Aunque venga en los manuales del “perfecto administrativo” de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, aunque sea la frase protocolaria del mes, que no me digan que sólo puedo ir a urgencias si corro peligro de muerte, porque es muy probable que entonces no me haga ninguna ilusión ir.
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