lunes, 27 de abril de 2009

Mi querida Carla


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Querida Carla

Hoy el día es azul como tus ojos. El aire sopla generoso desde la Sierra para mecer tu grácil cabello entre las nanas de los himnos nacionales. Tú sonríes a cientos de paparazzi que disparan sus flashes como si fueran las salvas de la Guardia Real.

Mi querida Carla, hoy, gracias a ti, cuando me he acercado a la caja de ahorros de mi pueblo, me he sentido de nuevo en esos días azules, en esos soles de infancia. En aquellas semanas en que la plaza de El Pardo, que aún sigue llamándose en beneficio de su memoria histórica, Plaza del Caudillo, se llenaba de periodistas a la espera, y de niños que relatábamos a cambio de regaliz, que nuestros padres habían sido avisados la noche anterior porque creían que Franco se moría, aunque sólo un rato.

Mi querida Carla, como en aquellos años, hoy la plaza de El Pardo parecía un plató expectante de noticias. De tus noticias. Deberíamos nombrarte hija pedrilecta, así, tal vez, entre visita y visita, el Ayuntamiento nos haga un poquito de caso y nos construya una piscina municipal. Yo les sugiero el terreno por detrás del Palacio.

Dicen por aquí que desde la petición de mano de Letizia no había habido tanto revuelo. No śe, yo entonces andaba por Santander. Por cierto, también he oído comentar que contigo viene un tal Sarko.

Querida Carla, espero que esté a tu altura.

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