A punto estuve de echar el cierre a este Refugio. En verdad, cualquiera podría decir que eso he hecho estos dos últimos años de solo invierno.
Y mis amigos me decían amables: "¿Pero por qué no escribes más, si nos gustaba?"
Y yo, poco animosa, respondía como si fuera Bartleby: "I would prefer not to".
No me preguntes el porqué, pero en estos dos últimos años de mi vida me he dejado robar la alegría, el sarcasmo, la ingenuidad o la risa por la burda obligación de un máster de Lingüística. ¡Qué absurda ironía!
La vida tampoco ha ayudado mucho, la verdad. Primero fue Dorina, después, Martín, y ahora mi padre. Y de nuevo he vuelto a sentir en mí los pensamientos de Melville, en boca de su escribiente BartLeby:
¡Ay! La felicidad busca la luz y por eso creemos que todo el mundo es feliz. Sin embargo, el sufrimiento se oculta en la distancia, motivo por el cual pensamos que el sufrimiento no existe.
Y el Atleti..., pero el Atleti, esa palabra.*
Menos mal que me queda José Alfredo, y todos los demás con su permiso (un guiño con inmensa gratitud a la obra maestra de Z. Maldonado).
*De Rayuela. Capítulo 6. Así andaban, Punch and Judy, atrayéndose y rechazándose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra... (Cortázar).
Hay mañanas que yo tampoco me levantaría, la de hoy ha sido especialmente dura
ResponderEliminarAhora ya ni siquiera nos queda el recurso de la queja, todo lo contrario, agradecido por el hecho de tener donde volver.
Ha sido toda una sorpresa saber que estás ahí de nuevo.
Me encanta volver a leerte, que tu vuelta sea muy fructífera.