Al destierro, con doce de los suyos (veamos, la mujer, el hijo, el padre, la madre, el
representante, de tanto en tanto, el supersuegro, etc, etc.) el niño Agüero cabalga.
Y es que hasta me da pena, la criatura.
Había subestimado a los Gil. Como todo el mundo había subestimado a la gente con ese punto de rencor rancio del castellano viejo, y es que los Gil llevan en sí el calculado frío soriano y como el destino, todo cobran y nada olvidan; tal es, que han dejado al kun sin el disfrute de su bonita casa nueva en La Finca durante los dos próximos años. Ahora el chaval, con sus 9 millones, tendrá que conformarse con visitarla los fines de semana, ¡ah!, perdón, ni eso, que el Kun es futbolista.
En fin, se me escapa la risa por tanta putada conmutativa, aunque, al final, el orden de los factores nunca altera el producto: y los Gil siguen, y la gente viene y va, y los pájaros siguen cantando a orillas del Manzanares.
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