I. Pa-ta-ta, pa-ta-ta.
Lo digo sin acritud, se mire por dónde se mire, la culpa de todo la tiene la tableta de chocolate, en todas sus variantes, en todas sus metáforas.
Abres el periódico, y ¡zas!, aparece un “robado”de Aznar enseñándonos esa tabla de lavar que le ha salido en el torso como si fuera un quelonio. Ni que decir de tantas con el estómago hundido, el pecho al borde del estallido y la cabeza de gamba. Esto, además, lo digo sin envidia y sin segundas, que conste.
Tal vez por eso, a estas alturas de nuestra vida, mi marido y yo, sin edad ya de opositar a vigilantes de la playa pero mucha estética torera, eso siempre, hemos cambiado nuestro grito de guerra en las instantáneas del verano. Ya no decimos pa-ta-ta, pa-ta-ta. Ahora, cada vez que la cámara nos enfoca, nos avisamos cómplices y sonreímos con guasa mientras uno de los dos dice con marcialidad: !mete tripa, mete tripa!
NOTA:¡Hay que ver qué bien salimos desde entonces!
II. Somos los más felices.
En la última encuesta del Instituto Coca Cola de la Felicidad (no es broma, existe) se asegura que los españoles somos los ciudadanos más felices de Europa.
Después de alguna que otra vuelta por el mundo, he encontrando el motivo de nuestra euforia.
Coca cola hay en todo el planeta, pero sólo aquí, en esta España nuestra, tenemos el Museo del jamón. ¡Qué bárbaro!
NOTA: el cuarto museo más famoso de Madrid, tras el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen.
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