lunes, 25 de mayo de 2009

ENGLISH IN MALTA II o cómo una española, una alemana, una coreana y una italiana fuimos timadas por un taxista maltés en la isla de Gozo.


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Y es que las cosas pasan porque tienen que pasar. Y lo que a nosotras nos ocurrió el sábado era de esperar.
Heike, mi amiga alemana, y yo decidimos visitar Gozo por nuestra cuenta, así que buscamos información y consejos sobre qué ver en la isla y cómo movernos allí. La respuesta fue unánime: haced un grupo de varios estudiantes y contratad un taxi en la estación del Ferry. Decid al taxista dónde queréis ir, acordad un precio final con él, y, por supuesto, pagad al final de la excursión.
La isla de Gozo es la segunda en tamaño del país. Separada de la isla de Malta por la pequeñísima isla de Comino y la más pequeña aún de Cominoto. No más de 20 minutos en Ferry. Dos datos curiosos sobre Gozo que nunca encontrarás en las guías turísticas: la isla sirve de base y refugio a los mafiosos huidos de la justicia italiana -Sicilia está a 80 kilómetros- y además es el lugar dónde acuden las jóvenes malteses a abortar, también escapando de la férrea moral y estricta legislación de su país. Por lo demás, es una isla de unos 15km de largo por 9 de ancho con unos fondos marinos excepcionales para la practica del submarinismo.

El miércoles formado nuestro grupo con una coreana y una italiana. El sábado, con 31 grados a las 10:30 de la mañana, cogimos el autobús 645 (Sliema- Cirkewwa) hasta la estación de ferris. Si vas desde La Valeta (aquí es “Valleta”) es el número 45. (1,16 euros. No voy a comentar sobre los autobuses porque merecen capítulo aparte, inolvidables, irrepetibles, la quinta esencia del surrealismo, y si lo conduce un neng, entonces viajarás por Malta en “Discobús”). En Cirkewwa cogimos el Ferry de las 12, que nos costó 1,40 euros ida y vuelta. Si vas antes de las doce, el precio es de 4,65 euros i/v. El ferry es magnífico, está muy limpio y tiene cafetería, prensa, librería y muchos asientos tanto en el exterior como en interior.

A las 12:25, más o menos, pisábamos la tierra firme de Gozo en Mgarr. Un montón de taxistas nos ofrecieron sus servicios con británica educación. A nosotras se dirigió un hombre de media edad propietario de un flamante e impoluto Mercedes. Le enseñamos en un mapa los sitios a los que queríamos ir pero él nos enseñó un catálogo con dos rutas fijas A y B. La primera cubría la zona este de la isla y costaba 50 euros, la segunda añadía la visita a Azure Window y Fungus Rock en Dweja, la más bella postal de Gozo, con un coste de 70 euros. Intentamos negociar pero el taxista nos indicó que era precio cerrado y que cualquier otro sitio de la isla tendría un coste adicional ya fijado, y era cierto, pues todos los trayectos en Gozo, incluidas las excursiones A y B, están publicados en un cartel de más o menos un metro en la parada de taxis de la estación de ferries. Así que nos miramos y asentimos. Haríamos la excursión B, que nos llevaba a seis postales diferentes de la isla, lugares que reconocimos por las fotos ya que los nombres en Maltés son imposibles.

Como se suele decir, la primera fue en la frente, pues el mirador del pueblo marinero desde donde observaríamos las mejores vista de la Blue Lagoon en Comino se encontraba en Mgarr, o sea a unos 200 metros de donde habíamos cogido el taxi. En el mirador coincidimos con algunos de los viajeros del ferri que habían subido andado mientras nosotras “negociábamos con el taxista”. Increíblemente, el hombre nos dejó allí y con mucha amabilidad nos informó de que vendría a por nosotras a la una en punto, que hiciésemos muchas fotos pero estuviésemos preparadas para entonces, pues, de otro modo, no nos daría tiempo a ver toda la isla. Desde el mirador de la pequeña capilla de Mgarr donde nos dejó, le vi llegar a la estación del Ferry, coger a otro cliente y desaparecer carretera arriba. Pasada la una vino a por nosotras.

La segunda parada antes del Azure Windows y Fungus Rock fue un extraño museo del folklore que nosotras no habíamos contratado pero al que nos llevaba gratis porque era el mejor museo de la isla y no podíamos irnos de Gozo sin verlo. Por entrar al museo nos “levantaron” 3 euros por cabeza, ya que éramos estudiantes porque el precio para los turistas es de 5 euros.
Atención turista: creo que el pueblo se llamaba San Lawrenz. Si por casualidad tienes intención de visitar Gozo y un taxista te dice que te va a llevar al museo del folklore, NO VAYAS. Grabátelo en la mente o ensáyalo frente al espejo para que no te enreden en un idioma que no es el tuyo: NO, NO, NO, NO. No te vas a perder nada, éste es otro de los cientos de miles de museos del folklore que cada año se abren en todos los pequeños pueblos de Europa con fondos de desarrollo de la UE, no sólo en España.

Eso sí, el taxista nos dijo que esta visita “de gran interés cultural”, no estaba incluida en el recorrido de la opción B, pero que él nos la regalaba porque le habíamos caído bien. Muy cerca de allí, vimos en la distancia la Basílica de Ta' Pinnu, centro de peregrinación, entonces nos contó que allí estuvo el papa Juan Pablo II cuando visitó la isla y no preguntó que si queríamos verla porque, según él, no todos turistas quieren ver templos. Nosotras respondimos que sí, por supuesto queríamos verlo, además esta visita estaba incluida en el precio, y entonces miró la hora y dijo que mejor íbamos a Azure Window y después a la vuelta parábamos allí. Nos indico que podíamos ver la Cueva en barca por sólo 3 euros.

Así, con el taxista haciéndole los coros a Bryan Adams, llegamos a la maravilla natural de Gozo, la foto de Gozo por excelencia, a las 13:25. Fuera del Mercedes la temperatura era de 30 grados y el sol de más de 40. El taxista nos presentó al barquero quien amablemente nos indicó que la visita al interior de la cueva duraba diez minutos y costaba 3,50 por persona. Después de la experiencia del museo, decidimos andar un poquito y recorrer la zona a pie. Desde la entrada de la cueva subimos a ver la Azure Window. La zona está muy bien señalizada y no tiene pérdida, además hay cientos de turistas haciéndose fotos. El taxista nos recogió a las dos en punto y nos comentó que, dada la hora, era mejor que nos dirigiésemos ya hacia el norte de la isla para visitar Marsalforn, pueblo de pescadores con excelentes restaurantes para comer. Y de nuevo en la lejanía la imponente basílica de Ta'Pinnu rompía el paisaje tranquilo de Gozo. Y de nuevo pasamos de largo porque eran las dos y ya no merecía la pena acercarnos porque estaban cerrando.

Atravesamos pueblos de impronunciables nombres y en uno de ellos a mí se me ocurrió preguntar si estábamos pasando por “Victoria (Rabat), la capital de Gozo. El taxista asintió y me preguntó si preferíamos que nos llevase primero a la Citadella, aunque nos avisaba de que entrar costaba. Heike y yo estábamos convencidas de que la entrada era gratis por lo que respondimos que “NO” (atención a este momento que será crucial en tu visita, amigo Turista).

En el camino a Marsalforn nos habló del “mejor restaurante de Gozo”, el Neptuno, donde preparan el mejor pescado de la isla, nos dijo, y, efectivamente, allí fuimos, justo a la puerta del Neptuno. Heike y yo llevábamos mucha fruta en la mochila y preferimos sentarnos al borde del mar a comer, pero la italiana, desfallecida, prefirió quedarse en el restaurante para comerse una pizza. Al principio la coreana se unió a nosotras. Llevaba como único avituallamiento una pequeña bolsa de galletitas saladas, así que al rato, decidió alegrarle la espera a la italiana (y también a sí misma). Cuando Heike y yo nos acercarnos al restaurante para unirnos al café, nos encontramos a la italiana, una chica de exageradísimo sobrepeso, dando cuenta ansiosa de las tres cuartas partes de una pizza familiar marinera y a la coreana, con un cuarto servido en plato aparte. Nosotras pedimos un café mientras observábamos con incredulidad cómo la italiana “devoraba”, porque eso no era comer, y la coreana aprovechaba los momentos en que el camarero no miraba para agacharse y beber agua de su botella de plástico, por debajo de la mesa.
¡Madonna santa, qué espectáculo!
Y es que es lo que tienen los cursos de inglés en el extranjero. Uno no sabe si comparte pupitre con un psicópata, una bulímica o una miserable.

No habíamos terminado el café cuando el taxista nos apremió para la siguiente visita, los templos de Ggantija, las construcciones de piedra más antiguas del mundo, pero, de repente, antes de los templos, decidió llevarnos al mirador de la Calypso's Cave para hacernos fotos y ver la Ramla Bay desde alli. ATENCIÓN TURISTA. En el catálogo el taxista te va a enseñar las mismas fotos que tú vas a hacer en el mirador convencido de que vas a ir a tales sitios, pero OJO, que donde vas en verdad es al mirador, un alto desde donde observar “en la alta distancia” cómo cientos de personas se tuestan al sol sobre la arena de la playa más grande de Gozo, Ramla Bay, que, por supuesto, no vas a pisar en este tour. Y de ahí, corriendo, corriendo a los templos de Ggantija, declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO, (3,50 euros). Sólo entramos Heike y yo, nuetras compañeras de excursión prefirieron esperar fuera. Son piedras, de acuerdo, son piedras, pero estar en Gozo y no visitar los templos más antiguos del mundo es como estar en Madrid y no ver la Meninas. Aunque sea para la foto, caramba.

Y de nuevo al taxi, y entonces se me ocurre preguntar tontamente: “Bueno, y ahora ya vamos a Victoria (Rabat), ¿no?” Y va el taxista y me dice que por Victoria hemos pasado dos veces, que ya volvemos al Ferry. No podía creer lo que oía. Entonces le digo en un inglés corto pero contundente "Habremos pasado dos veces pero no hemos parado ni para la foto", y va él y me responde en su dilatado inglés que ya me había preguntado si queríamos ir a la Citadella y yo le había respondido que no. Y yo, que si Victoria es más que la Citadella, y él, que si me había llevado al museo del folklore, y así en un surrealista toma y daca que cesó justo frente a la estación de ferry. Pues no te pago, pues saca el catálogo, pues tú verás. Eso sí, el resto de colegas, algunas con mejor inglés que el mío, más calladas que en misa, pero...

Después de un buen rato de discutir, se debió de dar cuenta de que yo no me iba a bajar del taxi alegremente por lo que decidió al fin llevarnos a Victoria (Rabat), la foto que nos faltaba. Eso sí, debíamos volver en autobús (Bus 25, 0,47 céntimos, cada media hora). Acepté el nuevo acuerdo. Cuando le pagamos, la italiana le dejó 4 euros de propina, la coreana le sonrió con dulzura oriental, Heike no dijo, y yo murmuré a la española (anda y que te den).

Ahora, fuera de toda esta locura que no acabó aquí, pero que ya se extiende mucho en esta entrada saco la conclusión única y real de mi visita a las maravillas de Gozo:

La pizza marinera del restaurante Neptuno en Malsarfom debe de estar de muerte. Si vas a la isla de Gozo, no dejes de probarla”.

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3 comentarios:

  1. Mira la parte positiva, en esto de los idiomas cuanto peor mejor. inmersión total.
    Seguro que a la vuelta tienes tu recompensa.

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  2. Madre mía, vaya peripecias. Si no andas listo te la clavan, la gente anda con el sable preparado, muy preparado.

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  3. chica, chica, el ingles que estás aprendiendo, discutir en ingles¡¡¡. esto no estaba en el precio del curso.
    me alegro de todas las aventuras, porque en el fondo te van.
    besotes.
    marian

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