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Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja, y así hasta que el cuerpo aguante. Y es que no puedo parar de reír desde que me enterado del sentido de mi última ocurrencia. Que desconocía y, sin embargo, me encanta, ahora que entiendo por qué estoy tan acompañada.
Os explico: una es lista, ya sabéis, y casi veinte años dedicados al marketing y la comunicación dan para mucho, incluso confunden. Tanto, que llegué a creer que había alcanzado mis cien mil visitas en apenas cuatro meses por el simple hecho de hacer unos cuantos virales, relatar las interioridades de ciertas ONG's o guiar al personal por la bella Malta. ¡Qué ingenuidad! Hoy descubro, así, tontamente, que siempre es más divertido, que ese ascenso de esta página al Olimpo de las posiciones en la red se debe a la suerte de un nombre: el refugio del Oso (¡Ay, Mitrofán, si tú supieras!)
Pero no, al César lo que es del César, y al Oso lo que le corresponde con todo mi agradecimiento.
En fin, queridos, vosotros que no sufrís la tiranía de la depilación (¡qué suerte!) queridos osos navegantes que caéis en este modesto refugio: ¡Bienvenidos!
Y para los que no sepan de qué hablo, un bonito cuento didáctico:
Nota: existen distintas clasificaciones dentro del mundo gay. El concepto Oso(bear) se emplea para definir al gay grande y muy velludo. Algunos entienden que es suficiente con ser velludo. El fenómeno social de los osos surge a finales de los años 80 en la comunidad gay de San Francisco. Se trataba de un movimiento alternativo (hoy muy extendido) a la estética imperante en los circuitos gays.
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